La imagen del migrante venezolano que cruza la frontera huyendo de la crisis es solo una parte de la realidad. El día a día de la frontera Táchira-Norte de Santander se define por el flujo pendular: personas que cruzan diariamente o semanalmente por motivos laborales, académicos o de salud.
Tras la reapertura total, este flujo ha crecido exponencialmente, transformando las dinámicas sociales de ambos lados de la línea. Desde la perspectiva de Fundefid, este movimiento continuo y predecible plantea retos agudos para los servicios públicos locales.
Presión sobre la Infraestructura Social
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Salud en Cúcuta: Los centros asistenciales de Norte de Santander, especialmente en Cúcuta, siguen siendo la principal referencia para miles de venezolanos que cruzan en búsqueda de atención. El incremento en el número de pacientes eleva la demanda de insumos, personal y capacidad hospitalaria, afectando la calidad del servicio para la población local.
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Educación Binacional: Miles de niños y jóvenes venezolanos están matriculados en escuelas colombianas. Si bien esto representa una oportunidad de inclusión, pone presión en las aulas y requiere un esfuerzo logístico y presupuestario considerable por parte de las autoridades educativas colombianas.
La Urgencia de la Reciprocidad
La gestión de este flujo requiere un cambio de paradigma: pasar de la respuesta humanitaria de emergencia a la planificación de la integración social binacional.
Es imprescindible que ambos países trabajen en convenios de reciprocidad social. Esto podría incluir acuerdos que permitan la transferencia de recursos o la compensación por la prestación de servicios esenciales (salud y educación) a poblaciones no residentes, así como la homologación simplificada de títulos y calificaciones académicas. La «Migración Pendular 2.0» no es un problema a contener, sino una realidad a gestionar mediante la cooperación para evitar el colapso de los servicios vitales.


